Venganza
Después de años sin verla, Sebastián Urquijo, dueño de unas bodegas, se ve obligado a recoger y a tener en casa a su hija.
-Bueno, ¿qué dices?
-Pues que no.
-¿Perdona?
-No.
Él había dicho no. Pero el juez había dicho sí.
Hacía dieciséis años que su mujer le había puesto las maletas en la puerta. Y durante todos esos años ella le había impedido ver a los hijos que tan imperiosamente le había obligado a adoptar. A su hijo lo había seguido viendo, más o menos, pero a su hija la había visto, después de adoptarla, en los juicios y poco más. Él le pasaba una sustanciosa pensión por los dos chicos, el may...