Una vida, un secreto (3)
Una mujer, doble vida.
La mañana transcurrió muuuuuuy plácidamente. Las pinzas las quitaba con mucha frecuencia pues los pezones me pedían a gritos de acabar con aquello, jejej…, sin embargo, aunque es lógico que el dolor me hiciera estar incómoda, por otra parte, ese dolor no dejaba de ser placentero. Era lo que mi dueño quería y eso para mí era una orden aunque él no estuviera presente. Lo peor que llevaba eran la sensación de estrechez que producían las bragas, pero cuando me miraba en el espejo del pasillo me veía tremendamen...