A Mabel la heredé
Con una mano apretaba en un punto justo y delicioso; con la otra acariciaba a lo largo mi botón agrandado surtiéndolo de alternos golpeteos con sus dedos. Pensaba en ella, en que también estaría empapada por sus fluidos y en que en ese instante, sus inmensas aureolas se contorneaban sobre mí
A Mabel la heredé -por decirlo de alguna manera- cuando compré la casa hace cinco años. Sus anteriores dueños dejaban el país cuando yo tenía apuro por adquirir una propiedad. Por esas cosas del destino, cuando dispone ser benigno, me enteré de que estaba en venta. De esto a poseer el título de propiedad no pasó gran tiempo, además de que las cuestiones financieras se resolvieron para ambas partes convenientemente.
En oportunidad en que fui a conocerla, sus propietarios me recibieron como se recibe a...