Final del encuentro en la mansión de la lujuria
Su morcillón rabo colgaba como un péndulo con el glande cubierto por una prominente piel así como unos enormes y peludos huevos que también se balanceaban en aquella postura junto a uno de mis muslos.
Salimos con la copa en la mano el detrás de mi devorándome seguramente con la mirada, dirigiéndome a unas hamacas que había en la orilla de la piscina en una zona con cospes y protegidas por un toldo donde si bien antes de llegar me fije dos maduros bien entrados en años estaban de pie mientras una mujer también de bien ver y buen aspecto para sus años andaba arrodillada delante de ambos agarrando con cada mano un miembro y dando cuenta de ellos con una suculenta mamada.
Hice ademan de parar a ver pu...