Cada Mañana
La perfección tiene nombre de mujer.
Desperté con los débiles rayos del sol acribillando mis ojos aun cerrados, preguntándome, con la escasa lucidez que mi cerebro aún dormido poseía, cómo se las arreglaban aquellas endemoniadas cortinas para correrse lo suficiente para dejar que aquel astro imponente y cálido consiguiera devolverme a la realidad cada mañana. Sin embargo el desagrado, al igual que cada mañana, me duró poco. Despertarse cada mañana antes que tú y en esas condiciones tenía una recompensa que lo valía con creses, el poder admirar...