Saga de Martín
En lugar de agacharme, flexioné la cintura, y sentí algo único e inolvidable. El agujero del culo, ya sensibilizado por el roce de la toalla se me abrió, y fue la certeza de una nueva forma de placer.
A los 27 años, ya recibido de contador y con un buen trabajo, estaba de novio con Marcia. La relación no andaba mal, pero tampoco bien. Como mínimo ella se quedaba cinco días a la semana en mi casa. De los cuales, como mucho, teníamos sexo uno. Yo me sentía invadido, pero no sabía que hacer. El sexo, no puedo decir que no me gustase, pero tampoco me excitaba como en otra época. En Enero, todo cambió. Pero unos meses antes me pasó algo que preparó el camino a los cambios del verano.
La ventana de mi do...