La diosa del amor (II)
El contacto físico casual con el desconocido en el aeropuerto la estimuló su lívido al máximo. Era un hombre atlético, piel trigueña, ojos bien delineados.
Los días en la residencia de Isabel pasaban y las sesiones sexuales entre ella y su fiel asistente se hacían cada vez más frecuentes e intensas, ella aprovechaba las noches que su prometido, Paúl, estaba de viaje para gozar al máximo con Albert, hubo ocasiones en que prácticamente hacían el amor, noches completas y de todas las formas conocidas.
Isabel seguía enamorada de su prometido, pero estaba totalmente conectada sexualmente a su fiel esclavo Albert, quien cumplía al pie de la letra todos s...