Folladme
Allí estaba yo, prácticamente desnuda y atada a la cama de un hotel.
Contemplaba, ensimismada, como el viento arrastraba las hojas secas a lo largo de la calle hasta hacerlas desaparecer de mi vista, cuando su llamada me despertó de ese lánguido sopor.
Tan solo con escuchar su voz era como sentir su presencia a mi lado, parecía notar a través del hilo telefónico su aroma, su mirada escrutadora sobre mí. Me invitaba a cenar en el Asador Donostiarra, por fin después de tanto tiempo nos veríamos.
Bajo la ducha imaginaba como se desarrollaría la noche, veía su...