Voy a follar con él te guste o no

El dolor de los pobres ante el derecho de pernada de que imponen los ricos

Voy a follar con él te guste o no

Había solicitado otro whisky y ya le sobraba media botella. Después de dos veces sin conseguirlo, a pesar de la buena voluntad de las dos rubias de ojos azules, jóvenes veinteañeras traídas del submundo para que trabajasen de putas mal pagadas, decidió que no lo intentaría más. ¿Para qué?, cada vez que la muchacha se desnudaba y se le abría de piernas se acordaba de su esposa. El "¿no te gusta, así, afeitado?"-tan mal pronunciado, que resultaba inteligible-, tod...

Fóllame otra vez más

Así, métemela toda, hasta el fondo... ¡aaagggg! Será nuestro último polvo...

Fóllame una vez más

Así, métela toda, hasta el fondo… ¡aaggg! Será nuestro último polvo. No, no mires hacia atrás; empuja, empuja…; más, más… ¡aaggg! ¡Qué bien follas, cabrón! ¡Qué bien me la metes! ¡Jodeeerrr! Así, así, más; ábreme más, reviéntame el coño con esa polla. No pares; dame, dame fuerte, ¡hasta el fondo, hasta el fondooo! ¡Así, así, asííí; jodeerrr! ¡Qué polvo, qué polvo! Dijo con los ojos abiertos, mirando por encima del hombro de su amante. Me esperaba, juro que ella me esperaba. A...

Tardío despertar

¿Preliminares?, no, estas confesiones no lo son; pero bien pudieran serlo de un nuevo relato para la sección de Sexo con Maduras si es que les gusta la idea. De lo contrario, siento haberles defraudado y robado su tiempo.

Tardío despertar

La sexualidad me sorprendió en medio de la carrera. Acariciar sus piernas, subir despacio, muy despacio, recrear mis manos, mis dedos, mis ansias a lo largo de sus muslos, suaves, calientes y olorosos, latiendo a través de la licra de sus medias... Aventurarme por los pliegues de su vestido de fiesta, negro como la tentación del diablo y despertar en medio de convulsiones, casi sin aliento, empapado por el sudor y la polución nocturna; se había convertido en una obsesión que me...

La Sirvienta

Cuando llegué a España, descubrí que había caído en manos de la mafia. Mi destino, como el de muchas, no era otro que abrirme de piernas y darle el culo a cuantos estuviesen dispuestos a gastarse el dinero...

La Sirvienta

Cuando llegué a España, descubrí que había caído en manos de la mafia. Mi destino, como el de muchas, no era otro que abrirme de piernas y darle el culo a cuantos estuviesen dispuestos a gastarse el dinero. El mundo se me cayó encima nada más poner pie en tierra; otras tres chicas y yo lo recibimos por delante y por detrás en el recorrido que iba del aeropuerto al club que nos habían destinado. Apenas subimos a la furgoneta y salimos de la terminal, dos sádicos gorilas, como dijeron...

Flor de Toxo

Aquí, sobre esta cama de hierba, bajo las de estrellas junio, deja que te desnude, que descubra al estío esos dos quesos gallegos...

Flor de Toxo

Aquí, sobre esta cama de hierba, bajo las de estrellas junio, deja que te desnude, que descubra al estío esos dos quesos gallegos. Maduremos sin ropas, que los búhos sean testigos. Déjate, amor. ¡Ay, déjate querer, Concha mía; quiero ser tu hombre lobo esta noche de luna llena.

No, tanga no traigas; no conviertas tu culo, mi mundo de ensueño, mi mayor fantasía, en otra morcilla atada de tantas. Para él braguitas suaves de algodón, que lo acaricien en mi ausencia, que lo mimen y...

¡Qué me has hecho!

...Se la acerqué, apoyé la punta en el comienzo de su raja. ¡Aaaggg!, gimió casi a gritos. Y se cubrió el sexo con la mano. No, no me la metas; dentro no. Un escalofrío me zarandeó de la nuca a los huevos. Apreté los dientes, el culo y cerré los ojos con todas mis fuerzas...

¡Qué me has hecho!

Subí las manos por sus piernas. Acariciaba y jugueteaba con las yemas de los dedos a descubrir sus muslos, que se mostraban cálidos y agradables. Al notar como la falda dejaba paso a la desnudez me sujetó las muñecas con sus manos. Me detuve e inspiré con fuerza, necesitaba llenar los pulmones porque mi corazón se debatía al ritmo que se iban retirando sus ropas. La miré a los ojos, pero bajó la vista; rechazó mis ansias. Emitió un suspiro profundo y gimió a escondidas. Quería...

Trini, la vecina del quinto

Abre el portal, regresa. Afuera queda la calle, la noche, los neones rojos y la música desgarrada...

Trini, la vecina del quinto

Abre el portal, regresa. Afuera queda la calle, la noche, los neones rojos y la música desgarrada. Entra y enciende la luz de la escalera, una bombilla amarillenta le da la bienvenida. El áurea cae como un manto de otoño y se posa con suavidad sobre su cuerpo. La rodea, la acaricia y desciende hasta sus pies. Es el perro fiel que le ilumina el camino y guía sus pasos hacia un cuento inconfesable. La puerta se cierra despacio, censura el momento como el telón de un...