Con el deseo no se juega
Como respuesta, casi más parecido a un gesto espasmódico que a uno voluntario, el cuerpo de Alex giró unos centímetros sobre si mismo provocando que una de mis manos chocara con su entrepierna. Aquel movimiento y la dureza que sentí entre mis dedos me pilló tan desprevenida que me turbó un poco...
Miraba con aire ensombrecido a través de los cristales cubiertos por pequeñas gotas de lluvia, las mismas en las que se reflejaban las luces de los coches que circulaban por la calle principal. El enorme ventanal había sido uno de los motivos principales por los que insistí en que nos quedáramos con aquella habitación del hotel. Durante semanas el anhelo de poder despertar en una estancia bañada por la luz de los primero rayos de sol había sido lo único que ocupaba mi mente. Poco me esperaba que un repentin...