Huyendo a Formentera

Sara huye de su marido y destino en busca de un futuro propio.

Sara comenzó a pedalear suavemente sobre una vieja bicicleta de montaña cuando los primeros rayos de sol comenzaban a nacer en el mediterráneo. Con cada giro, con cada metro que avanzaba, le invadía una sensación de libertad como jamás había experimento. Era la segunda vez en la vida que se iba de vacaciones, como también era esa la segunda vez que visitaba la isla de Formentera. Pero ésta vez era muy diferente. Ya no era una niña de 7 años rebosante de sueños y fantasías. Ahora era una mujer llena de miedo...

Tormenta de verano

Sara se ve sorprendida por una tormenta de verano.

Levantándose finalmente de la cama y gimoteando como una niña pequeña, Sara caminó torpemente hacia la cocina. En el exterior, el ensordecedor sonido de las cigalas y el húmedo calor del verano mediterráneo le impedían dormir la siesta. Al abrir la puerta de la nevera, una bocanada de frescor abrazó su desnuda piel y calmó levemente el calor que sentía sin poder evitar sentir un leve escalofrío. Con visión borrosa y con disgusto, comprobó que se encontraba ante dos dificultades: la nevera estaba vacía y se...

La siesta de verano

Helena despierta de su siesta con un admirador misterioso.

Helena se encontraba todavía en un dulce estado de semivigilia cuando comenzó a reencontrarse de nuevo con la asfixiante tarde del verano. Lo único que la mantenía en un estado de desasosiego era el conocimiento de que no existía la más mínima prisa por desperezarse. Poco a poco se estiró, en un claro intento de animar al resto de su cuerpo a encarar en resto del día con entusiasmo mientras su compañero de siesta, un libro que descansaba en sus piernas desnudas, se deslizaba lentamente hasta caer al suelo. ...

La carrera de la vergüenza

Ingrid debe afrontar una prueba por culpa de una apuesta perdida.

Una bocanada de aire caliente acarició su piel en cuanto se abrió la pesada puerta de metal. Con extrema cautela, asomó su cabeza a través del umbral de la casa. Miró a derecha e izquierda, en busca de transeúntes en la calle desierta. La luz de las farolas era lo único que plantaba cara a la oscuridad en aquella noche de verano. Ingrid se encontraba de vacaciones en el pueblo de sus padres. Con 24 años le habían dejado la llave de la casa de sus abuelos para disfrutar de las fiestas del pueblo junto con su...