La clienta
Me levanta una nueva clienta.
Una auto negro se detuvo frente a mi esquina. Los vidrios polarizados impedían ver quién lo conducía. Ese día me sentía particularmente sexy. Caminé meneando la cola, las botas de taco pisando la vereda húmeda, el cuero de mi minifalda acariciando mis nalgas. Cuando estaba a un metro del auto el vidrio se bajó. Me incliné sin doblar las rodillas y apoyé mis antebrazos en el borde de la ventana. Mis ojos se cruzaron con otros azules. Me costó despegarme de ellos y observar el resto de su figura. Rubia, una s...