Una tarde en los cines X
En una época en que el porno no era cotidiano y ni jóvenes, ancianos y profesionales no exhibían sus acrobacias, había que ir a las salas X de la calle Cuenca de Valencia. Allí sentados, casi solos, observábamos las contorsiones de los actores en sesión continua, sin cortes.
Sólo la vergüenza y el pudor de su hermano podía evitar que abriera la puerta y nos encontrará allí, obscenamente desnudos. En el suelo, encendidos por el sudor, sobre una manta. Yo tenía una novia a la que engañaba con el pretexto de que tenía que trabajar en una futura publicación. A ella le daba igual, o eso me hacía creer. La novia sufría la realidad que imaginaba, el hermano protector no quería que su hermana sufriera las miserias de los engaños. Y los dos, allí, dentro de aquella pequeña habitación de...