Lanzarote Final
Lo intento pero no puedo evitarlo, Hanna es ahora parte de mi y no puedo renunciar a ella.
Cada vez que coincidían en las estancias comunes del hotel, nuestras miradas se buscaban. Aprovechaba el menor descuido para hablar con ella o rozarla “sin querer”. Fueron habituales los toques de manos al pasar, la cachetada disimulada en el culo y los besos furtivos detrás de alguna esquina escorada. Me sentía como una adolescente que descubre por vez primera el amor, una quinceañera con cientos de mariposas en el estómago queriendo salir.
En uno de esos encuentros furtivos, le entregue una serville...