Jugando con la mente (I)
Madrugaste y saliste pronto de casa, algo más de lo habitual, para no coincidir conmigo. El juego comenzaba y repartías la baraja. Y pensabas ganar la partida.
El estridente sonido de la alarma me despierta y alargo la mano maquinalmente para sentirte. Como todos los días, busco tu contacto al despertar; me da seguridad y se ha convertido en nuestro pequeño ritual. Somnolienta, abro lentamente los ojos para comprobar lo que mis manos me dicen, que ya no estás en la cama. Cuando acabo de acostumbrar la vista observo una nota cuidadosamente colocada sobre tu almohada. Me acerco, reptando por la cama y la abro, leyendo a duras penas en la penumbra de la habitación lo...