Ese cuerpo es tuyo, pero me pertenece a mi.
Ella conocía las reglas y sabia muy bien que lo que implicaba venir vestida de esa manera.
Ya había pasado par de semanas de aquella noche común y sin corriente, nuestros encuentros se habían ido anulando por motivos externos. Eran las 8.50 de aquel jueves, cuándo tome mi teléfono para llamar a Andreina y avisarle que ya estaba afuera de su casa.
Vi cuando abrió la puerta y con una hermosa sonrisa me saludo, quizás era el tiempo sin verla, pero hoy lucía mucho más radiante, esas mechas amarillas combinaban con su cara angelical, un vestido corto color rosa que resaltaba sus lindas piernas...