Pérdoname

Pérdoname, Erika. Por humillarte. Por violarte. Por follarte.

Madrid. Doce de la noche.

Sonaba Metallica en la radio mientras la lluvia empapa el parabrisas. Doy otro trago a la cerveza mientras conduzco apenas sin echar un ojo a la carretera. No importa, no hay nadie en la calle, pienso. Recuerdo cómo mi novia (prometida) me explicaba entre sollozos hace escasos 20 minutos la razón por la que había llegado a enrollarse con un compañero de trabajo -ese del que siempre hablaba maravillas- la semana anterior, y lo arrepentida que estaba. También recuerdo que...