ALBERTO / mucho sobaco y olor a rabo/
Durante los siguientes meses continuamos en la misma dinámica. Cada vez que estábamos solos, yo me ponía de rodillas o a cuatro patas, olía y lamía cada parte de su cuerpo y mamaba su polla hasta tragar su lefa.
Conocí a Alberto en un curso de crítica de cine del festival de cine de Gijón y descubrí lo que era la amistad. Yo tenía 18 años, el 25 y era la estrella del curso porque ya había colado alguna de sus críticas en la revista Caimán. Me había apadrinado como su camarada y junto a él cada día aprendía más de cine, historia y filosofía. En el colegio siempre había sido el rarito de clase. Fue idea suya que me apuntaba al equipo de balonmano del que él era el capitán para ponerme fuerte y olvidarme definitivamen...