Mi posesión más preciada (ii)

Sigue la historia de mi pequeña chica de prácticas.

  • “Ven aquí”

Cada vez las vacilaciones eran menores. Cada vez atendía más rápido a mis órdenes.

Poco a poco fue dándose la vuelta.

  • “¿Alguien te ha dicho que te bajes la camisa?”

Y así, con cuidado de no tropezar, colorada y con la mirada baja, con sus pantalones en los tobillos y las bragas a la altura de las rodillas, vino hacia mí. Su coño era tal y como había imaginado. Poco pelo, castaño, joven, tentador y apetecible.

Sus tetitas, de tamaño mediano, con pezones desafiante...

Mi posesión más preciada

Una chica, ni guapa ni fea, ni alta ni baja, ni gorda ni delgada... pero con algo dentro de ella que consiguió convertirse en, eso, en mi posesión más preciada.

Si estás leyendo estas líneas es que ya es mía.

Y cuando digo mía, quiero decir exactamente eso: mía. En todos los sentidos. Quiero decir que su cuerpo y, lo que es más importante, su voluntad, me pertenecen. Totalmente.

Pero no adelantemos acontecimientos.

Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, la estoy contemplando en una esquina de mi despacho, cara a la pared. Sus manos sujetan los faldones de su camisa blanca dejando a la vista su culito blanco con la marca del bikini bien delimi...