Al despertar

Diosa y siervo por la mañana.

...y después de hacerle el amor toda la noche, me despierto horas antes que Usted, para, en silencio, arreglarme y vestirme, limpiar y ordenar la casa y prepararle su desayuno.

Así, cuando Usted amanece, puedo servírselo con toda la dulzura que el abrir de sus grandes y profundos ojos merecen.

Abrir las cortinas para que entre la luz del sol e ilumine su rostro y su cuerpo, imagen que es mi mayor recompensa, y retirarme levemente para, sin molestarle, esperar alguna indicación suya, por si faltara...