Merry Christmas

Quiere notar la elegante erección injertada entre sus glúteos al tiempo que sus pechos son aplastados y se entrega a un abrazo espiral de carne, de chispas, de fuego

Merry Christmas

Es fácil detestar la Navidad.

Y Elisa la detesta como pocas cosas en esta vida.

Hasta de bien chica, cuando se suponía debía convertirse en la ilusionada protagonista de la fiesta, no esquivaba esa sensación de falsedad y empalago, de doblez, de derroche que la acompañaba desde finales de noviembre hasta comienzos del nuevo año.

Para la ella de siete u ocho años, aquel alarde de la superficialidad, tan solo era sinónimo de tiranteces, de forzar el escenario, de callar...

Te lo mereces

Ambos gimieron mientras, perezosamente, se ensartaban. Y, desde que tocaron fondo, no hubo miramientos. No hubo piedad. Al fin y al cabo, aquel juego ya estaba del todo desbocado y tendrían que aceptar su resultado. Interpretándose por el ritmo de sus caderas, Juan abandonó los barrotes para agarrar su trasero.

Te lo mereces

“Ánimo Juan”

Ni sabía cuántas veces había repetido el mismo mantra.

“Te lo mereces Juan. ¡Ánimo joder!”

Como una especie de slogan electoral que de tanto repetirlo, uno termina creyéndoselo aunque en el fondo, una mota chiquita, ridícula y tocapelotas, recuerde que eso no es cierto.

Recuerde que te estás mintiendo.

Semejante panorama se desplegaba en el “Bogart”, un local de ambiente clásico, decorado al estilo de los bares de jazz del New York de los año...

Los pies sobre la arena

El reto era imposible. Para ambos. Más tarde o más temprano, un sonido, un chapoteo, una percepción, un retorcimiento, incrementaba el placer que obligaba a cerrar los ojos, morderse labios dar rienda suelta al estremecimiento. Hacían el esfuerzo y volvían a mirarse. Ambos saldrían derrotados y ganadores al tiempo.

Los pies sobre la arena

Abrió los ojos sin haber dormido.

Apenas lo consiguió un par de miserables horas, al comienzo de una noche sofocante de esas en las que por sobrar, te sobra hasta el aire que respiras.

Dos horas fueron lo mínimo para no sentirse aplastada por el agotamiento.

Con esa, llevaba ya setecientas y pico noches.

Dos años y medio, tratando inútilmente de domesticar su parasitario insomnio.

Elisabeth, tan capacitada para tantísimas cosas, tan convencida d...

Dos Refrescos

Sin meter nada, si asaltar nada, sin entrar ni al principio ni al fondo, solo utilizando sus yemas, acarició casi como si no quisiera, arriba, abajo, tan lento que me obligaba a buscarlo yo para conseguir que, a la altura del clítoris, hiciera algo más de la presión que, instintivamente, suplicaba.

Dos refrescos

A veces llega y no me insulta.

Esos días me considero afortunada a pesar de que, en el espejo, puedo ver el moratón anímico de su última grosería.

A veces está de buen humor y su temperamento se limita a dar un portazo que de por sentado el hecho de que el señor del castillo ha entrado y no desea ser molestado.

Durante horas puedo escuchar el televisor a todo trapo, con el volumen desaforado mientras retransmite un partido de fútbol, una película de mamporros…a veces po...

La Decisión

•Folla pasable – reconocía – De novios, los primeros años, me divertía. Lo compensaba y compensa con esa manera que tiene de amarme. Ahora en la cama resulta aburrido. Previsible. En lo demás, no hay queja – decía ella, cambiando rápidamente de tema en cuanto Leandro inquiría sobre lo que era su matrimonio. Al neurólogo le enloquecía la aparentemente insaciable curiosidad sexual de Irene. Algo que quedó claro la tercera arremetida cuando fue ella quien, ofrecida, asió su pene para colocarlo directamente en el agujero que deseaba.

La decisión

Apuntaba alternativamente con mi M1911 calibre 45 a la cabeza de ambos….dos segundos a la de Irene….dos segundos a la de Leandro.

Lo hacía con jactancia, con pringoso recochineo, gozando de esa omnipotente sensación que da el poder decidir que todo lo que habían sido, todo lo que eran o podrían haber llegado a ser, dependía exclusivamente de la orden que una de mis células nerviosas, remitiera del cerebro al dedo.

Por un instante, sopesé que posibilidades teníamos de poner punt...

!Que suerte amanecer a su lado!

Entonces contemplé todo en su verdadera esencia. Alberto hizo un quiebro, agachándose para facilitar el acoplamiento. Al hacerlo, asió su miembro para empezar a rozar de nuevo los labios e ir, perezosamente, encontrando su hueco. Unos movimientos magistrales que transportaban a Juana, al borde mismo

¡Qué suerte amanecer a su lado!

¿Cuánto tiempo llevaba contemplando la misma cara al despertarme?

Era temprano

Si, para mí, siempre era temprano.

Era el débito de un trabajo inmisericorde que, entre sus múltiples exigencias, exhibía esa despiadada obligación de levantarme a las cinco y media en punto.

Un sacrificio mejor o peor soportado que se compensaba por el inigualable privilegio de apagar el despertador, girarse y dar un beso al rostro completamente dormido de Vero.

...

Melisa, Marisa, Ruben....¿fingimos?

Calló. Abrí los ojos. Continúo callando. Ambos nos dormimos abrazados, como colegiales, mientras por toda la casa, resonaba la bestial y estruendosa follada de nuestras respectivas parejas

Melisa, Marisa, Rubén…¿fingimos?

Melisa me miraba, utilizando esos maravillosos ojos grises, de semblante triste, atestados de nostalgia, de agradecimiento y sosiego.

Los mismos ojos que, unas horas antes, había utilizado para exhalar su placer, con aquella expresividad tan inocente tipo “no me puedo creer lo que nos está pasando” mientras, desde el otro lado del tabique, los gritos de mi mujer copulando con su marido, reclamaban más rabo, más lefa, más polla.

Ni Melisa ni yo, días antes,...

Cuatro meses y cuarenta y ocho polvos después

Una piel que, al comienzo de nuestras sesiones sexuales, sabía a L´Inmensiti, Essenza, Lucas Homme o Tom Ford pero que tras toda una noche, al despertar juntos, al volverme a sentir húmeda, al volver a aproximarme buscando su falo, olía a transpiración pecaminosa, a pringue corpóreo, a toda la lefa

Rovnik: Cinco años y ciento cincuenta copulas después. Rovnik se presentaba bajo una luz fulgurante, invasiva, casi aurea.

Su antigüedad, soberbia piedra testigo de cincuenta mil desgracias, se finiquitaba en aquella avenida, concepto de turista, ancha, peatonal, atiborrada de souvenirs, agencias de actividades, paneles interpretativos, productos croatas y folletos mierdas ; un zoológico, un parque de agua, una montaña rusa, la isla de los buitres, buceo entre algas mediterráneas.

La misma inse...

¿El Toro?

Ellas solo que con mayor edad, han descubierto lo mismo que yo. Vida igual a tiempo. Y es eso, la edad, lo que les lleva a juzgarse con crudeza y tratar de acelerar los pasos en busca de algo que durante décadas se negaron; una nueva experiencia.

¿El toro? Nunca pretendo que sean jóvenes o guapas.

La primeras siempre rehúyen a un tipo como yo.

Cuando todavía vislumbran desde lejos eso del antiarrugas, resisten, convencidas de merecer algo mejor con lo que compartir la cama.

Y en su lucha, estampan un soberano NO a la alternativa de príncipe ideal que, entre su sangre joven y las películas de Jeniffer Aniston, han terminado por concebir.

Soy el “antiespectativas”.

Las guapas en cambio, saben que, salvo enfermedad, yate...

Tres Balas

Esa misma noche, lo acogió gozosamente entre las piernas. No. Abel no era ni el más guapo, ni el mejor dotado que le había hecho morder una almohada. Pero su perpetua disposición a escucharla, sin retirar oreja, atención o mirada, o su rápida, sublime y entregada corrida, la enamoraron.

Tres balas

Clara arrasaba con su cuarto whisky, tragado así, sin hielo, de un solo zarpazo, sólido, consistente, directo y a pelo, camino a destrozar cada milímetro de su hígado.

La botella, más vacía que llena, la contemplaba acusadoramente, depositando surcos circulares de humedad en cada uno de los cuatro sitios diferentes que la había posado.

La mesa, cristal grueso, nebuloso, presidía el centro de la cocina.

Una mesa fría, que a ella nunca le había hecho gracia y sobre...