Lascivia infiel
Nunca una primera infidelidad mereció tanto la pena...
Llegamos al hotel. Me metí en la ducha, salí con una toalla, y sólo con ella, me metí en la cama. Él creía que íbamos a hablar, o al menos eso era lo que yo le había hecho creer.
De besos inofensivos pasó a acariciar, y de las caricias, a llenarme con un par de dedos que entraron deslizándose muy fácilmente. Del resto apenas recuerdo imágenes o sonidos inconexos.
Dejé mi cuerpo abandonado al abandono. Viví y sentí sin prejuicios ni remordimientos. Sudé y grité sin pensar en quién me oía o el cal...