Me deshice en su boca
A sus 35 años, mamaba de mí la juventud que le faltaba.
Siempre me había interesado aquella mujer. Rubia, delgada, pequeña de estatura y de una increíble generosidad en su delantera. No era sólo por lo que me dejaban ver sus camisas, abiertas en los cuatro botones superiores, o por las camisones sueltos que lucía con tanta frecuencia en verano. La dimensión de sus pechos era una realidad que mis ojos ya habían visto la desnudo en más de una ocasión cuando, de charla con mi progenitora, le enseñaba sus tetas por cualquier consulta de tipo médico. La cuestió...