El guarda Isidoro y yo
Un día cualquiera se convirtió en especial cuando encontré un tesoro en forma de lencería femenina.
Vivíamos en una de esas urbanizaciones de las afueras de una pequeña ciudad cuyo nombre no importa, un lugar en el que, salvando los meses estivales, era bastante aburrido vivir. No había nada a mano, y mis padres tenían que ir de aquí para allá en coche en cuanto faltaba algo en casa. Iba a uno de los múltiples colegios que había en la capital, pero en cuanto el timbre nos liberaba a las 2 de la tarde, mis amigos desaparecían hasta el día siguiente, y dos días si en medio había un fin de semana.
Yo e...