Una playa lejana

El más bajo de los tres se adelantó, la agarró por la cabeza y metió su pene en su boca, obligándola con ambas manos a mamar. Ella notó como aquel enorme falo crecía en su cavidad bucal ahogándola, produciéndole grandes arcadas mientras sus ojos se llenaban de lágrimas que hicieron que el rímel se corriese embadurnado su rostro. Se sintió impotente, avergonzada mientras chupaba aquel enorme pene que llenaba completamente su boca.

Septiembre había irrumpido casi de repente. Surgió, señorial y decadente, tras los últimos días de un agosto frivolón y pedante que murieron sin indulgencia. La climatología por aquellos días era razonablemente buena. Un sol tibio de final de verano jugaba a esconderse tras los algodonosos cúmulos de sinuosas líneas.

Desde unos días antes se había quedado sola lo que propiciaba la posibilidad de cumplir alguna de sus fantasías aunque fuera de forma tan efímera como una mañana de playa o los paseos ent...

La presentación

Lorna siempre fue una mujer atrevida, con espíritu aventurero, con ganas de hacer cosas nuevas y romper la tediosa rutina de todos los días. Desde que habíamos comenzado con nuestro juego, cada uno de los experimentos nos produjo auténtica sensación de placer ilimitado. Ya con la primera experiencia nos dimos cuenta que en nuestro matrimonio todo tenía cabida. Jamás tuvimos secretos entre los dos ni ocultamos nuestros deseos.

Lo habíamos hablado muchas veces y siempre se nos antojó como una de las experiencias más morbosas y excitantes de cuantas pudimos imaginarnos. De hecho, en alguna ocasión nos planteamos, con decisión, llevarla adelante.

No fue, sin embargo, hasta finales de otoño cuando, al volver a hablar sobre ello, decidimos ponerlo en práctica.

Tras comentarlo en profundidad tomamos la decisión, en primer lugar, de insertar un anuncio en alguna de esas múltiples páginas de contactos que abundan en la red. E...

Luna llena

Al acceder al pequeño reservado que se hallaba al fondo de un corto pasillo la vio, rodeada de unos cinco o seis hombres, la mayoría jóvenes, subida sobre una mesa, desnuda, se masturbaba para todos ellos mientras le acariciaban sus piernas y sus pechos; gozaba como nunca había visto gozar a nadie, contorneando su cuerpo, transmitiendo todo un universo de placer que la estaba embargando.

Aquella noche el calor que ceñía la ciudad se había convertido en insoportable; desde hacía días las altas temperaturas se habían convertido en la protagonistas de todas las vivencias ciudadanas. Una ola de calor sin precedentes al menos en los últimos años que él pudiese recordar y que llevaba noches impidiéndole conciliar con normalidad el sueño.

Miró el reloj de su móvil. Casi las doce de la noche. Había regresado al hotel media hora antes tras una jornada agotadora de trabajo. Su camisa empapada d...