Larita manospajeras, II
Lo inevitable siempre acaba por ocurrir
Desde aquella mamada con final feliz, había logrado mantener mi profesionalidad al resguardo de los encantos de Lara. En ocasiones su atuendo era tan provocativo, resaltando las curvas de su cuerpazo, que me pasaba la clase entera empalmado; pero lograba, no sin esfuerzo, mantener a raya mis instintos más bajos. Ella, por su parte, se mantenía fiel a su palabra: había dicho que no quería ocasionarme problemas, pero que estaba a mi disposición para cualquier desahogo, y así se mantuvo. Me recordó en una ocas...