La Desconocida
Pasiones, dudas y el claro reflejo de uno mismo.
Se volvía a oír en las calles la alegría de la gente, de las tiendas nuevamente abiertas, del metal de las sillas de los bares y de la vida en general. Aquella mañana me apetecía un café bien cargado. Uno de aquellos cafés humeantes con su leche de avena, su esponjosa espuma, su toque de canela y su aroma a recién molido que tanto me gustaban. Uno de aquellos cafés que únicamente me servían, así como debía ser, en el café de la plaza.
Fue cruzar el umbral de la cafetería y notar el bullicio y la vibra...