Comiendo polla en la trastienda.

De como un chico culturista acaba siendo usado como un putón por un dependiente vicioso.

Fue uno de los veranos más calurosos que recuerdo, el de 2016. El termómetro rondaba los 40 grados, era imposible dormir con la cara adherida a la almohada. Entre el agobio del calor y el  disgusto de haber roto con mi novio, decidí  escaparme un fin de semana  por Alicante, una ciudad cuyo ambiente marítimo siempre me ha encantado, así que tras coger mi deportivo me planté en el hotel en un pispas.

Debo confesar que, si bien no era reciente la ruptura, me sentía bastante culpable por empezar a quedar...