La tormenta

Ella entró corriendo a la habitación pese a que no deseaba estar allí, no quería encontrarse con William y volver a discutir. La suerte no estaba de su lado y él estaba allí, aunque no hubo pelea ninguna...

Salí fuera del castillo para pensar. Estaba en una gran terraza de empedrada, de varios niveles con vistas al mar y pese a la sencillez de la piedra, tenía varias columnas y barandillas muy lujosas, que la hacían muy bella. Me quedé un rato mirando el mar, sin preocuparme de que el cielo estuviera nublado o de que a lo lejos se oyeran truenos. La humedad de la lluvia inminente se olía en el aire. Se trataría de una tormenta tonta de verano. No quería volver dentro, a pesar de que tenía algo de frío. Cuando...

Cuando se enfadó...

Ella no había elegido aquella situación que tanto parecía enfurecer a William, se tensó cuando él le gritó, pero terminó excitándose...

Llevaba un mes casada con William cuando mi padre decidió organizar una cacería a la que por supuesto fuimos invitados. Yo no cazaba pero eso no impediría que no disfrutase de los banquetes y las fiestas posteriores, o eso pensaba. Al llegar vi que mi padre había invitado a mucha gente, quizá a demasiada, porque entre los asistentes se encontraba Adam, un hombre al que conocía bien pues habíamos crecido juntos. Quizá por eso mi padre le había invitado, al fin y al cabo había sido su protegido, y él no sabía...

Noche de bodas

Ella acababa de contraer matrimonio con William, un joven apuesto que despertaba su interés. No era la primera vez que compartía cama con un hombre, pero aún así no podía evitar sentir nervios...

La costumbre era que nos separaran tras el banquete, y que los hombres me acompañaran a mí y las damas a él a la habitación donde nuestro matrimonio se consumaría. En aquel trayecto era usual que más de uno se sobrepasara entre risas y bromas con alguno de los novios o que se quedasen a escuchar tras las puertas, pero al menos para mí, esa noche no sería mi caso, teniendo la posición que yo tenía no muchos se atreverían a manosearme demasiado y despertar mi ira o la de mi padre. Caminé al lado de aquellos h...