El aroma del deseo

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Iba allí cada día, en un vano intento de escapar de la monotonía de su vida. Siempre la misma rutina, las mismas caras en el metro, los mismos olores en la oficina. Y en casa era todavía peor, con sus pensamientos como única compañía, repasando febrilmente todo lo que hubiera ocurrido durante la mañana. Su única solución era distraer la mente; leer y leer en aquella terraza hasta sentirse hastiada de aburrimiento, y regresar a casa, sola, para descansar y comenzar de nuevo al cabo de las horas.

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