Cambié, cambiamos (2)
Excitada a toda hora, así andaba desde entónces, creí volverme loca. Sólo Leo o alguien como él, podría calmar ese fuego; lo encontré y le conté a mi esposo.
El renacimiento de mi vida sexual estaba dado; mi cuerpo maduro solicitaba sexo, mucho y del bueno, y mi cerebro febril, igual, cosas que Juan no podía proveernos. Orgánicamente mis necesidades de hombre calaban en mis partes erógenas y, por otro lado, mi mente estaba entregada a pensamientos insanos a todas horas. El recuerdo de Leonardo me atosigaba mucho y perduraba en mí. Lo extrañaba como una hembra extraña a su macho cabrío. Tenía que satisfacerme manualmente cuando, en el transcurso de un día n...