Mis bragas favoritas de mi esposa

Mi mujer neerlandesa me hace una paja y me encuentro en mi estudio una llave secreta. Al final, todo confluye en unas bragas.

Justo había terminado de ponerle un nombre, mentalmente, al culo de mi mujer y acababa de escribirlo en un folio con mi boli azul, cuando ella entró por la puerta. Sheva era y es una mujer de casi uno setenta, pelo largo y liso de color castaño claro, con unos grandes ojos almendrados de color miel, que resaltan mucho en su expresión aniñada, y con un halo angelical que siempre ha contrastado muchísimo con su cuerpo de infarto, lleno de curvas extremadamente sugerentes para los que somos hombres. Mi mujer e...

Juegos Sexuales de Róterdam 2020

Todos los juegos sexuales del adolescente Miguel antes de su primer polvo con Sheva, una holandesa nalgona.

Di la luz de la amplia habitación en el chalet de Chimney Rock y lo primero que vio la nalgona holandesa, con la que yo ya estaba en pareja desde hacía ya más de un año, fue la cama inmensa de matrimonio de mi madre. Cuando la vio, se le escapó un gemido gutural. Yo le pregunté a qué había venido ese bufido tan vehemente, tan sonoro y así de gracioso. Ella se sonrojó y me confesó que es que ya estaba pensando en mí y en mis pelotas, pero, sobre todo, en el que iba a ser nuestro primer apareamiento sexual. ...

Una felación en un cine de verano

En un coqueto cine de verano, una adolescente holandesa le hace una mamada a su novio delante de una prima mayor de él.

La adolescente, bastante nerviosa, restregó varias veces contra el terciopelo su culo gordo, un culo que ya había quitado el hipo a cuantos chicos del grupo lo habían contemplado e incluso a algún abuelo sentado en los bancos de los parques o a los que giraban la cabeza y fallaban el lanzamiento mientras jugaban a la petanca, acomodándolo en una butaca mullida de aquel viejo cine. Desde allí, ella y Miguel se dispusieron a ver una película que se había estrenado ese año 1991 pero que, a la cartelera del cin...

La aventura de la holandesa

Sheva y Miguel están solos en el chalet de la madre de él. En el despacho, en la piscina privada y hasta en la caseta del jardinero, la holandesa explorará el cuerpo de su amigo de la adolescencia.

Miguel era un contorno de oscuridad dulce y profundamente seductora, como un agujero negro que hubiera cobrado la forma humana más bella. El viejo cuco del reloj suizo salió de su casetilla alpina y dio las seis de la tarde en el gran salón del chalet de la madre de Miguel, en Z, un pueblo colgado en las faldas de la Sierra de Madrid. Todo el silencio sepulcral de la casa se rompía por un intrigante lap-lap-lap-lap-lap-lap que resonaba nítido, pertinaz y repetitivo en el centro exacto del despacho de Doña M...

En manos de Sheva de Róterdam I

Miguel ha invitado a una amiga adolescente de origen holandés, nueva en su grupo de amigos de la Sierra, a la piscina particular de su chalet. Las sorpresas irán sucediéndose.

Una tarde extraordinariamente calurosa de finales de julio del 91, sonaron dos timbrazos decididos en el telefonillo instalado en el hall de aquel chalet, situado en una urbanización residencial y algo apartada del centro de viviendas y de comercios de un pueblo de la Sierra de Madrid, llamado Z. Miguel interrumpió su siesta superficial, frente a la televisión que no estaba mirando, y se levantó del largo sofá, presuroso por abrir la puerta metálica, instalada en mitad de la tapia muy alta de piedra que rod...