Lo siento amor

Ay, ay, ay que se acerca. Me saluda dándome un beso en la mejilla, un beso dulce y tierno que me derrite las entrañas (por así decirlo). Y ahí vuelve mi fantasía, quiero que me agarre por el culo y me coja en brazos, quiero que me folle sin descanso en el ascensor.

Ringring. El telefonillo sonó insistentemente. Sería mi padre, que habría olvidado de nuevo sus llaves. Me levanté de la cama, dejé el libro de Historia en la mesa de estudio, y me calcé mis zapatillas de felpa rosa. Atravesé el pasillo bailando salsa al son de la música que sonaba en mi cuarto, notando como cada pecho iba por su lado, libres de sujeción, y se movían a mi compás bajo la enorme y ancha camiseta blanca. Llegué moviendo el trasero hasta el telefonillo y levanté el auricular:

-¿Quié...