Las aventuras sexuales de Jarlath Dunn.
Nada le excitaba más que la carne fresca, la impericia de un ser inocente al que corromper y en cierto modo aleccionar, y contra eso ni la más versada de las putas o el más tragón de los chaperos podrían rivalizar.
La segunda hora de sus –extraoficiales– rondas nocturnas era siempre su favorita. Las putas y chaperos del Soho acechaban sin apenas discreción a su primer cliente de la noche –los más laboriosos tanteaban ya por un segundo– congregados en las puertas de bares, saunas y en sombrías aunque transitadas esquinas. Tentadores rebaños de corderos para la hambrienta bestia merodeadora que era Jarlath Dunn; barbudo guerrero de clan escocés con aspecto de inspector de policía y viceversa. Casi dos metros de músculos...