El amo
Las manos enguantadas del AMO acariciaban mi culo, entreabrieron mis nalgas y, de golpe, sentí cómo su lengua viciosa husmeaba en mi cálido ojete, metiéndose cada vez más adentro.
Hacia un buen rato que esperaba en el andén de la estación.
El tren, como habitualmente, parecía llevar retraso.
Iba a perder toda una mañana en la ciudad por una sola, pequeña y estupida gestión.
Ya empezaba a impacientarme, cuando por megafonía anunciaron la entrada del tren en la estación.
En cuanto abrieron las puertas, subi rápido y busqué un asiento vacío.
Me acerqué, distraído y me senté.
Solo cuando el tren arrancó, me di cuenta de que, al otro lado del pasillo, s...