La tormenta

Pequeño, cómo todo empezó.

El silencio tentó otra vez nuestras respiraciones agitando el tiempo,

Te envolví en mis brazos y con suaves labios no quise dejarte ir.

No quería perder de vista la desnudes de tu cuerpo cansado

Y tu mirada enterrada entre sabanas ansiosa de querer sonreír.

“Otra vez” es lo único que profesaban mis besos en tu espalda

Y otra vez nuestros ojos enlazaron sus almas y juro que te vi…

En ese momento fui el hombre más feliz que piso tus tierras,

En aquel pedazo de sabanas...