Ferrocarril

Mi corazón latió de prisa y sentí la necesidad de respirar hondo. Un fuerte olor que ya había percibido invadió mis narinas. El muchacho olía a transpiración. Normalmente es un olor que me desagrada mucho. Esta vez acerqué apenas mi cara a sus hombros para ahogarme en aquel hedor que ya llenaba mis pulmones, mis venas, mi piel de una cosquilla placentera.

Ferrocarril

En blanco mi vista y sordos mis oídos envuelto en el mundo de mis pensamientos esperando en el andén, hasta que la voz del niño me arrancó de mi mismo. Le avisaba a su madre y sin querer a mi también que el tren arribaba a la estación. Miré por las ventanillas a medida que se detenía. Posiblemente viajaría de pie. Subí, recorriendo los vagones hasta que encontré un asiento doble vacío. Dejé caer mi cuerpo en el asiento del lado de la ventanilla y pronto el mundo comenzó a moverse...