Las confesiones de Marta (13)
Marco descansaba, exhausto y desnudo, después de haberse limpiado en el baño su propio semen, mientras yo, ansiosa y caliente, le agasajaba con caricias en cabeza.
Marco descansaba, exhausto y desnudo, después de haberse limpiado en el baño su propio semen, mientras yo, ansiosa y caliente, le agasajaba con caricias en cabeza. “Marta, ha sido una de las tres mejores corridas de mi vida”, dijo. Aquello me hizo sentir orgullosa, muy orgullosa, solo de pensar en la cantidad de vaginas, anos, bocas, pechos o manos que aquel miembro habría penetrado. Ni siquiera me planteé cómo habían sido las otras dos. Aquel macho me confesaba que había entrado en su Olimpo particular, to...