La guinda del pastel
En su decimoctavo cumpleaños, Isabella recibe un regalo inesperado.
Isabella se miró en el espejo. Llevaba un precioso vestido negro, muy corto, con un escote que bajaba casi hasta el ombligo. Había tenido que ser muy persuasiva para conseguir que su padre accediese a comprárselo. Es mi cumpleaños , había dicho, poniendo aquellos ojos de corderito con los que solía conseguir todo lo que quería. También se había subido a unos tacones altísimos. Le estaban destrozando los pies, pero le daba igual: le hacían unas piernas de escándalo. Se recogió el pelo rubio en una colet...