Marcos, mi compañero... ¿gay?
Llevaba tres meses viviendo con Marcos. Hasta entonces, lo único que me había frenado a insinuaciones más evidentes era su cuestionable orientación sexual, hasta que, una noche de sábado, nos bajamos una botella de vodka a medias.
Hasta ese momento me había limitado a exagerar mis escotes así como el número de veces que me caía algo al suelo. Un par de veces por semana me olvidaba de secarme el pelo y dejaba que chorrease sobre mis pechos, poniendo erectos mis pezones que gritaban por escapar de mis ligeras prendas. Los hombres siempre me dicen que mi culo y mi melena rubia son mi mejor atributo, había que tirar de ahí. Sacaba el sexo en cuantas conversaciones me era posible, pero él se había mantenido reservado. «No me jodas, este p...