Clara
Ella me regaló aquella tarde de verano.
Mi tío tenía una casa a la orilla del mar. Cada verano pasaba quince días allí. Cuando era niño eran días largos y pesados. Me pasaba el tiempo deambulando entre personas adultas, jugando con el perro en el jardín o haciendo castillos de arena al borde del mar. Eran días aburridos, no había más niños, pero, mirándolo en la distancia con mucha nostalgia, tampoco estaba tan mal.
Cuando cumplí 17 años se me hizo más difícil tener que acompañar a mis padres en verano. Tuve que dejar a mis amigos del...