Feliz cumpleaños, mi amor... (2)
Cuando Lucía bajó, la casa estaba vacía. ¡Uf! tendría que caminar sola hasta donde se encontraban todos. Suspiró hondamente y se dijo que no valía la pena preocuparse ahora, ya estaba hecho. Buscó los cigarrillos, enderezó la espalda y como quien no quiere la cosa, se dispuso a transitar los metros que la separaban de la gente y de Franco. Franco la veía acercarse, la esperaba, iba hacia él que asistía a la invasión de sí mismo por la cercanía de su presencia para luego vaciar el espíritu de todo lo que no fuese aquella espera. Extendió los brazos para recibirla, le tomó las manos, sus ojos en los de ella ahora abiertos más de lo normal, como preguntando, como indagando, como sintiéndose vulnerable por lo que había pasado más temprano y que ella misma había propiciado, animado, y por primera vez en años, la sintió indefensa, vacilante, desamparada
Cuando Lucía bajó, la casa estaba vacía. ¡Uf! tendría que caminar sola hasta donde se encontraban todos. Suspiró hondamente y se dijo que no valía la pena preocuparse ahora, ya estaba hecho. Buscó los cigarrillos, enderezó la espalda y como quien no quiere la cosa, se dispuso a transitar los metros que la separaban de la gente y de Franco.
Formando pequeños grupos alrededor de las mesas, los invitados se servían a su antojo, comiendo y bebiendo charlaban animadamente, el grupo más numeroso lanz...