Veneno (V)
De cómo el vicio tiene un precio
Apenas habían transcurrido tres horas de aquel encuentro cuando llamaron a la puerta de casa. Aún era relativamente temprano por la mañana y no esperaba visita alguna. Rápidamente me quité el pijama que me había puesto otra vez y me puse lo primero que encontré.
- ¡Un segundo! ¿Quién es?
- Soy María - ¿María? ¿Qué María? Su voz me resultaba algo familiar, pero no conseguía situarla en ninguna situación, y menos que estuviese llamando a esas horas de la mañana ¿Acaso me emborrac...