Mi complaciente amante (III)
Dos compañeros de trabajo se desean sin atreverse a dar el primer paso, después de darlo uno de ellos, el sexo está asegurado.
Llevábamos tres semanas conviviendo juntos, Elena dejo su piso de alquiler y vino a vivir a mi casa. Habían sido tres semanas locas, de lujuria constante, no parábamos de follar en cualquier momento y situación, yo daba gracias por haber encontrado a esta pedazo de hembra, una mujer con letras mayúsculas, era insaciable, y a mí, de momento no me importaba, es más, estaba en la gloria (como la mayoría de hombres comprenderá).
Estando cenando el jueves, desnudos como siempre, pues en cuanto entráb...