Primas de vacaciones

Vi claramente como la espina de mi prima se arqueaba levemente y un ahogado gemido me avisaba de su venida. El olor de su sexo me llegó hasta las fosas nasales. Y sin siquiera haberme tocado sentí cómo yo me comenzaba a venir, y fue imposible, sí, fue imposible que contuviera un muy leve gemido. Gemido que me delató.

El verano comenzó bien desde los primeros días, todas las primas nos juntamos para pasar unas vacaciones lejos de la casa de nuestros respectivos padres. Trabajo nos había costado convencerlos de que nos encontraríamos perfectamente bien estando solas y lejos de casa, pero afortunadamente habíamos conseguido el permiso.

Éramos en realidad cuatro jóvenes, todas hijas de familia, la más joven con 18 y la mayor de 24. Pues bien, nos encontrábamos en el aeropuerto esperando a la última que faltaba y llegó...

Nueva masajista

Elisa vio esto como una invitación y deslizó sus manos abiertas por ambos senos hasta llegar a los pezones, abrazándolos como ambas secretamente deseaban y masajeándolos firmemente. Sara no pudo evitar gemir mientras danzaba al ritmo de las caricias de la masajista...

Sara llegó casi a la carrera, del mismo modo que llevaba toda la semana. Sí, ciertamente necesitaba ese masaje. Tenía reservada la sesión con la masajista desde hacía diez días, en principio lo enfocó como su pequeño capricho mensual, pero después de una semana infernal en el trabajo se había convertido en una imperiosa necesidad.

Al entrar por la puerta del balneario saludó a Susana, la recepcionista, buena amiga de ella. Esta levantó la cabeza de la pantalla del ordenador y sonriéndole con indulgenc...