Prisionera en un tarro de cristal (3)

Carlos se acaba convirtiendo en el ser totalmente entregado y sin voluntad que Teresa tanto anhelaba. Por su parte, ésta tiene los sueños más húmedos de su vida una noche en el que el cielo está cubierto de estrellas. Lástima que la pobre Carla no pueda decir lo mismo...

Arturo no podía apartar la vista del interior de la copa. Con ojos de deseo observaba cómo la desnuda y diminuta figura que se hallaba en su interior intentaba taparse pudorosa y avergonzada sus partes íntimas mientras a duras penas lograba nadar por las burbujas del champagne para salir a la superficie.

A Carla le asustaba esa desagradable mirada. Sus enormes ojos reflejaban sus sádicas intenciones mientras sus grandiosos dedos mal cuidados acariciaban alegres el borde del largo recipiente de c...

Prisionera en un tarro de cristal (2)

Carlos se rinde a los pies del poder erótico de Teresa mientras su novia es humillada sin piedad por esta.

Los lunes por la mañana siempre dejaban indiferente a Teresa pues suponía volver a la rutina de las clases en la facultad después de un fin de semana cargado de diversión. Desde hacía varias semanas sin embargo, todos los días se habían vuelto excitantes e imprevisibles para ella. Ese día se había despertado temprano extasiada de placer y se había dirigido al lavabo para lavarse la cara. A continuación se fue bostezando al comedor descalza y cubierta únicamente con un vistoso culotte y una apretadísim...

Prisionera en un tarro de cristal

No reconocer su condición ante la perversa hermana de su ex le costará muy caro. Y a su actual novia mucho más.

Carlos había empezado a preocuparse. Hacía un buen rato que su novia tenía que haber regresado juntó a él después de haber ido a pedir un cubata en la barra de la discoteca. La había intentado localizar mediante el móvil pero siempre obtenía la misma respuesta: tonos, tonos y más tonos. Al final, pese a todo, le llegó un SMS suyo:

"KRIÑO, NO ME NKUENTRO BIEN. STOY EN EL LAVABO DE LAS XIKS"

El chico se tranquilizó al ver que Carla daba señales de vida pero le incomodó el hecho de que se enco...

Elecciones

Afrodita y Dulce, pese a ser Diosa y sumiso, también van a votar.

Elecciones

El despertador en forma de música había sonado en los auriculares que Dulce se había puesto para no despertar a su Ama. Ella le había dejado bien claro que quería que antes de acortarse terminara de pasar a ordenador las decenas de folios de su trabajo escritos en bolígrafo y había acabado de obedecerla alrededor de las 5 de la madrugada; ahora en su reloj marcaban las 8:00 h.

Se levantó del suelo, se aseó, se vistió rápido, desayunó, y se dirigió hacia el colegio electoral. Afr...

La despedida

Dulce tiene claro que sólo existe su infierno en la tristeza de Afrodita.

Dulce había acabado de preparar la mesa y esperaba impaciente e inquieto la llegada de su adorable Ama. Esta vez iba a ser diferente puesto que no iba a venir sola. Le acompañaría Jaume, un respetable arquitecto divorciado de 35 años con el que ella solía quedar durante las largas noches en las que su chico estaba de viaje por asuntos laborales. Su amante iba a marcharse al día siguiente a vivir a un país lejano y Afrodita no quería perder la oportunidad de presentárselo. Más de una vez le había confe...

El despertar de una Diosa

Cuando un hombre despierta a una mujer como a una Diosa la convierte en una Diosa.

Hoy no tenía que trabajar pero se había levantado a las siete de la mañana y estaba desde hacía casi una hora arrodillado frente a la cama donde Afrodita, que tenía que ir a trabajar a las nueve, dormía plácidamente. Durante todo ese tiempo había contemplado sus pausados movimientos y escuchado su respiración dulce y melodiosa.

Cuando vio que faltaban tres minutos para las ocho el chico se levantó, se acercó sigilosamente en la cama y se colocó justo entre las piernas de su Princesa, que estaba...

Zapatos amarillos

Afrodita decide pasar un agradable día de compras. Más agradable que el del pobre Dulce...

Zapatos amarillos

Dulce estaba quieto, cabizbajo y aguantado varias bolsas de tiendas de ropa femenina en cada mano detrás de Afrodita, la cual llevaba varios minutos frente a un escaparate observando interesada y presumida los artículos de la lujosa zapatería.

Hoy no había tenido piedad frente a su hombre a la hora de vestir: Llevaba una blusa oscura de manga corta ceñida a una sensual figura y unos pantalones blancos finos y ajustados que descifraba a cuantos ojos tuviesen el valor d...