Los viudos

Indalecio jamás pudo disimular las dimensiones de su verga, ni con pantalones de excelente sastre en la ciudad ni con bombacha campera, amplia y plisada, en su comarca. El mayúsculo paquete se marcaba como un sobremuslo, y ni digamos si veía algún culito que le apeteciera, porque entonces para disimular la carpa tenía que meter la mano en el bolsillo para sostener la inoportuna.

El aviso fúnebre de Indalecio García Fuentes aparecía en todos los periódicos, noticieros de televisión y portales de Internet: se había ido un prócer, que excepto la presidencia del país había pasado por todos los cargos electivos y políticos durante casi cincuenta años.

Sus restos eran velados en el complejo más lujoso de la ciudad, a la sazón atestado hasta casi la puerta de acceso con coronas y arreglos florales, que lucían nombres oficiales y privados de la más variada especie.

Y como no po...

El recuerdo escondido

-Pasa, pasa – escuchó la voz de su padre mientras pasaba detrás de otra persona y daba dos vueltas a la llave de la cerradura.

Un breve pero pequeño recuerdo se coló en su mente mientras hablaba con su analista. Una vez por semana, siempre a la misma hora, subía rápidamente las escaleras del edificio de tres plantas –sin ascensor- y entraba en el departamento 304 para hablar cuarenta y cinco minutos, ser escuchado sin recibir devolución a su monólogo y de salir, pagando a la recepcionista el costo de su sesión.

Recordó, en medio de lo que estaba contando al profesional, una escena vista en Japón cuando tenía siete u ocho años...

El jardinero ceremonioso

- Opa – pensó Horacio – menudo paquete carga el jardinero

El timbre sonaba insistentemente, y Horacio, bajo la ducha, soltó una sonora puteada. Tendría que enjuagarse de prisa, secarse y ponerse al menos una bata para saber quién estaba tras la puerta y qué quería con tal desvergüenza de no retirar el dedo del botón.

Descendió la escalera de dos en dos y corrió el pasador, malhumorado, para abrir la puerta y encontrar al joven cuyo dedo seguía pegado al timbre.

-Bueno, ¿dónde es el incendio, pues? – preguntó al importuno con la peor de sus caras.

...

El cumpleaños de Jorge

Un pequeño espasmo de los músculos de Jorge facilitó su tarea, expulsando la descarga de semen directamente a su boca.

Jorge conoció a Emir el mismo día en que su grupo de amigos le dieron una fiesta sorpresa con motivo de su vigésimo primer cumpleaños. La idea era llevarle a conocer el nuevo restorán libanés de la ciudad que los diarios y las redes sociales recomendaban tanto, de manera que se pusieron de acuerdo en citarlo a una cuadra del local donde ya tenían reservada una mesa.

Pero Jorge era de las personas que siempre llegan temprano a todos lados, y ese día no podía ser distinto: unos cuarenta minutos antes de...

Descubriendo el placer

- No se lo vas a decir a nadie, ¿verdad? – preguntó ansioso.

Aníbal sonrió divertido cuando vio mi mirada de asombro dedicada a su pene mientras orinaba. Estábamos en el parque, presenciando un partido de fútbol que jugaban unos amigos, y yo me levanté para ir detrás de unos arbustos, mi vejiga no daba más…

  • ¿Adónde vas? – preguntó - ¿Te estás aburriendo?

  • No, voy a mear, que no puedo más – dije.

  • Dale, también yo necesito descargar rápido.

Así que fuimos a buscar un lugar discreto para aliviar la naturaleza. Me puse detrás de unas acacias...

Los progresos de Jaime

Jaime va con su tío al campo, en una especie de "luna de miel"...

Después de esa tarde, el humor del tío Antonio parecía haber cambiado notoriamente. Para bien. Mi padre continuaba enfrascado en su trabajo, y realmente hubo una racha de buen movimiento, llovían los pedidos de presupuesto. Para el fin de semana, había que hacer unas reparaciones en una casa de campo que distaba unos cuarenta o cincuenta kilómetros, y tal vez llevase unos dos o tres días hacerlas. Como esperaba proveedores para el negocio, sugirió a mi tío que fuese él a hacerlas, ofreciendo los correspondi...

La primera vez de Jaime

Un tío malhumorado se enternece...

-¿Te gusta?- le preguntaba en voz bajita mientras le introducía el tremendo miembro hasta el fondo, lo retiraba un tanto como para tomar impulso y lo empujaba sin misericordia hasta llenar el espacio expandido por el ariete de carne venoso, largo y grueso con el que destruía las últimas reservas de pudor del muchacho.

-¡Me duele mucho, tío! ¡Sácala, por favor!- respondía el chico casi hecho un mar de lágrimas, buscando la oportunidad de un gesto generoso que el otro, en su calentura, era incapaz de mo...

La obra

El roce de su muslo fuerte contra el mío me agradó, y el olor a jabón que todo su cuerpo despedía mucho más.

A quince metros de la parada había un edificio en reformas. Era verano, y la calle estaba casi desierta a excepción de la mujer que esperaba su ómnibus con un chiquillo impaciente que preguntaba a cada momento cuándo regresarían a casa, que estaba aburrido.

Desde el primer piso del edificio, que sobresalía del vallado de protección, de pie en un balcón un hombre observaba la escena que se desarrollaba en la calle.

Noté que me había echado una mirada distraída y sonreído, quizá divertido con la i...

Dulce gallego no empalaga jamás

-Pero mira qué rico culete me estoy comiendo, coño… dijo Ramón, mientras yo veía todas las estrellas de la Vía Láctea entre mis lágrimas y con su verga enterrada en mi culo.

-No te creo que nunca hayas entregado el culo… - me dijo Ramón con una sonrisa de incredulidad.

Debo aclarar previamente que hacía a la sazón como dos o tres semanas que nos encontrábamos para estudiar matemáticas en el almacén de su padre -el gallego, el comerciante que todo barrio tenía a su disposición en mi infancia y juventud antes de florecer los minimercados como hongos de otoño- y entre binomios, polinomios y funciones él me había propuesto mamársela y yo no había resistido al encanto de aquel...

Un verano hace ya mucho tiempo

Cosas que pasan, y uno recuerda al paso de los años...

Pleno verano. Mi amigo de toda la vida estaba cuidando la casa de su hermana, que se había ido con su familia de vacaciones.

Teníamos un poco más de veinte años, ambos estábamos allí solos, nos unía mucha confianza -con lo que quiero decir que nos vimos muchas veces desnudos, al salir de bañarnos o que nos vimos muchas veces meando. Era una situación totalmente natural.

Pero no voy a explayarme demasiado en esos detalles: ese sábado caluroso nos encontrábamos en el patio de la casa de su hermana...