Una buena follada
Como buena sumisa, seduzco a un chico para que me reviente como quiera.
Él era alto y musculoso, de unos treinta años, y yo me había estado insinuando en el gimnasio, mostrándole mi generoso escote, apoyando mi mano en sus caderas, con algún toque travieso, frotándome de vez en cuando contra él al turnarnos en las máquinas, y dejándome tocar todo lo que quiso cuando cogió confianza. Al final una mañana, al llegar al gimnasio, en vez de entrar fuimos a su casa.
Estábamos en la cama, él encima de mí, besándome, yo aún vestida, pero dispuesta, con las piernas abiertas. Sacó...