La entrenadora personal. Parte V
Continuación del dilema de nuestro protagonista, salpicado de altas dosis de carga sexual.
Me desperté muy atontado y completamente sólo, solo y desnudo. Desnudo pero tapado perfectamente de cintura para abajo, como tapan las madres a los hijos cuando se quedan dormidos.
Pero Alejandra tenía poco de madre. Aunque quizá sí, porque le encantaba mandar y que los demás obedecieran, como si fueran sus hijos. Pero no lo éramos, creo que ella nos había convertido en sus esclavos.
Cuando colgué el teléfono con mi mujer, pensaba que yo tenía el control. ¡Que iluso! El control, desde el princi...