Lara y los perros
De cómo la hermosa y joven Lara por amor se vió arrastrada a las más abyectas y depravadas situaciones que marcarían el resto de su vida y aún así fue capaz de disfrutarlo y sacar de ello provecho y sabiduría.
Miguel Antón se escurría sigilosamente en la sombra, a través de aquel oscuro barrio, tres o cuatro pasos por detrás, Lara le seguía haciendo resonar sus altísimos tacones en la noche silenciosa. Al llegar a la esquina del Alcázar, Miguel le señaló un portal apenas iluminado por una temblorosa luz amarilla. Lara sintió acelerarse su corazón y las piernas le temblaron ligeramente, el le señaló el número tres del telefonillo y ella apretó un viejo botón tapado de graffitis. Al otro lado un voz respondió...